No había escrito nada para Teresita. Tenía lejos la posibilidad de dejar constancia de lo que significaba su pérdida para mi. Busqué entre los papeles de una gaveta un nrecuerdo grato de cuando estaba saliendo de mis 14 años y casi me llegaban los15.
Estaba yo en Santa Clara, viajaba toda Cuba como integrante del coro Vocecitas de Cristal, que me vio crecer desde los 5, cuando me aprendía las canciones de memoria porque no sabía leer aún.
Allí la vi y me regaló un gato, me pintó a su Vinagrito en un pedazo de papel que me llenaba de alegrías la inocencia. No sabía del tesoro que me entregaba, como cuando dijo haber disfrutado de nuestras canciones, o cuando escribió «Para mi niña Arlin».
Teresita me dio ese día un gran regalo, otro, porque su música me hizo crecer mejor y me ayuda a lograrlo todavía.
Comparto estas líneas de Chely, un descubrimiento hermoso.
Ni siquiera el Principito con su célebre “no se ve bien sino con los ojos del corazón” me mostró con tanta claridad la sencillez de las cosas como sí lo hicieron la vieja palangana de violetas y el cocuyo atrapado en la botella.
Ayer cuando llegué a casa, busqué el libro de Teresita Fernández, con sus hojas un poco magulladas por el roce medio torpe de mi beba, y releí la historia de cómo escribió Lo feo. Después Gio se quedó en la cama, hojeando el libro y cantando, ojalá entienda lo que canta y sienta la ternura del coralillo y el alita de cucaracha. Aquí los dejo con la historia, contada en las palabras de Teresita:
Tenía novio y era el Día de los Enamorados. Él estaba en La Habana y yo en Santa Clara, y en la terminal de ómnibus antes de tomar la guagua me preguntaba: ¿qué…
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