Operación Marte: El tiro por la culata

Arlin Alberty Loforte y Haydée León Moya

Foto: Lorenzo Crespo Silveira

En la antigua región de Baracoa sobraban ejemplos de desembarcos que contaron con el apoyo de los pobladores: el arribo de Los Maceo, Flor Crombet y sus hombres por Duaba; Martí, Gómez y otros patriotas por Playita de Cajobabo, todos en la etapa memorable de la gesta independentista. Entonces en la Primada de Cuba, con esos antecedentes, su exuberante geografía y el aislamiento con respecto al resto del país, podía funcionar muy bien su plan.

Ese parece haber sido el cálculo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) cuando orquestó una invasión mercenaria por las costas de Baracoa, el amanecer del 15 de abril de 1961.

Como si el cubano no tuviera suficiente sabiduría para distinguir los abismos entre patriotas y mercenarios, la maquinaria diversionista yanqui echó a andar con la pretensión de aniquilar a la entonces joven Revolución Cubana. Y así fue como la Primera Villa de Cuba, en los días difíciles de abril, mostró la estirpe de su pueblo.

Operación Marte

Elexis Fernández-Rubio Navarro, presidente de la Unión de Historiadores en Baracoa, cuenta que según algunos testimonios de la época, un telegrafista que trabajaba en la marina percibe una señal no usual e informa al mando ubicado en El Castillo.

Simultáneamente con el primer golpe aéreo mercenario, comenzarían las acciones, previstas para la madrugada del día 15 de abril de 1961. Der ser así, atraería la atención del mando cubano y lo distraería de la dirección principal en Bahía de Cochinos.

En tal empeño, el día antes un grupo de barcos en misión de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), se acerca a las inmediaciones de la ciudad. Al frente venía el traidor Higinio “Nino” Díaz Añe. La mayor parte de los buques pertenecían a la Marina de Guerra Norteamericana, para proyectar la imagen de una expedición de mayores proporciones.

Todavía no se sabía que en la acción intervendría una fuerza elite que fue alistada bajo la dirección de George Bush padre y recibió preparación en una instalación naval en Belle Chase, Louisiana, para cumplir misiones especiales. Contaba con 160 hombres que gozaban de la mayor confianza de la CIA y venían cínicamente vestidos con el uniforme del Ejército Rebelde.

El propósito era desembarcar por la zona para apoderarse del territorio. Simularían entonces un ataque de las tropas cubanas contra la ilegal Base Naval de Guantánamo. Con esa acción pretendían obligar definitivamente al gobierno de turno de la Casa Blanca a intervenir en el conflicto que se crearía con la invasión mercenaria.

Según Andrés Martínez Utria, profesor de la filial de Ciencias Médicas en Baracoa, después de la explosión del vapor francés La Coubre, el 4 de marzo de 1960, la aspiración era convertir a Oriente en un segundo Escambray, escenario de la más encarnizada lucha contra bandidos.

Y esa idea tenía como fundamento que ciertamente existían elementos inescrupulosos y apátridas que pudieran apoyarlos. Pero ni estos ni aquellos sabían lo que les esperaba. Esos pocos estaban controlados por los revolucionarios.

No era nada completamente nuevo para los baracoenses, pues entre julio de 1960 y el 13 de abril de 1961 se desplegaron actividades encubiertas, como el desembarco de unos 27 mercenarios, y tres norteamericanos en Bahía de Navas, entre Moa y Baracoa, quienes fueron capturados días después por la acción conjunta de las fuerzas del Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias.

Con los primeros indicios del desembarco, las fuerzas milicianas alertas en Baracoa comenzaron a distribuir las armas. Parte de la población, especialmente niños, ancianos y mujeres, fueron evacuados en las montañas El Paraíso, Las Minas y Sabanilla.

Así lo recuerda, Catalina Rodríguez Mora quien entonces tenía 14 años. “Yo vivía frente al malecón y no olvido cómo la policía, a las dos de la mañana tocó las puertas de las viviendas y dijeron que desalojaran la ciudad porque había un desembarco mercenario.
“Vivimos días muy tensos, -rememora Catalina.- pues veíamos los barcos en el horizontes y pensamos que iban a atacar pero demostraron que tenían miedo. Lo que si sé es que mientras quedara un baracoense vivo, esta tierra no la pisaba ningún mercenario”.

Los pobladores de Baracoa tuvieron por varias horas los barcos mercenarios frente a sus costas, por lo que la movilización fue masiva. La orden era que si tomaban la ciudad se entregarían sus cenizas. También se colocaron sacos llenos de arena a lo largo del litoral y cuando se apagaron las luces, los de tierra divisaron los barcos y a la vez los agresores se llevaron la sorpresa de que los estaban esperando, y no precisamente de la forma en que calcularon.

Al calar frente a las costas, los marines percibieron la sólida defensa de las tropas cubanas. El comandante Eddy Suñol estuvo al frente del Batallón 80 de las Milicias Revolucionarias al cual se sumaron los 400 milicianos baracoenses. Juntos hicieron de la antigua Ciudad Primada un bastión, que resultó después un disuasivo para los asustadizos mercenarios que pretendían desembarcar. El miedo pudo más que su esmerada preparación y se retiraron cobardemente.

No se les permitió regresar a la Florida, sino que fueron llevados a las instalaciones militares norteamericanas en la isla de Vieques, Puerto Rico. En Miami, como burla, esta acción fue bautizada años más tarde como “el bojeo a Cuba”.

Era cierto, Baracoa fue cuna de importantes epopeyas mambisas, de varias expediciones, pero definitivamente sus costas y el pueblo nunca recibirían ni a traidores ni a mercenarios. Muy simple, les salió el tiro por la culata.

1 comentario

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Una respuesta a “Operación Marte: El tiro por la culata

  1. muy interesante desconocía de esas historias de desembarcos. gracias michi

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